Del horno de barro al podio nacional: las tucumanas son las mejores

Un ranking nacional consagró a la empanada de Tucumán como la mejor de Argentina. Se impuso por sabor, historia y tradición viva.

Tucumán24 de julio de 2025Canal 10Canal 10
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La empanada tucumana es la mejor del país

Aunque sobre gustos no hay nada escrito, la realidad se impone y ya no hay vueltas que darle: la empanada tucumana es la mejor del país. Ni las salteñas, ni las sanjuanina, ni las catamarqueñas; las tucumanas. Así lo reveló una encuesta nacional organizada por el sitio Visiting Argentina que colocó nuestro manjar relleno en el primer puesto del podio de las más sabrosas.

El resultado, que se conoció esta semana, consagró la receta tradicional del norte argentino como la mejor del país por su sabor característico, su elaboración artesanal y el fuerte arraigo cultural que representa para sus habitantes.

Miles de personas de diferentes regiones participaron del relevamiento impulsado por esta plataforma digital dedicada al turismo y la gastronomía. La votación incluyó opciones de distintas provincias, cada una con sus particularidades. Tucumán se quedó con el primer lugar, seguida por Salta y Santiago del Estero. Más atrás quedaron las versiones cordobesa, jujeña, entrerriana, riojana, catamarqueña y sanjuanina.

La empanada tucumana tiene una receta heredada que combina carne cortada a cuchillo, cebolla, huevo duro, pimentón y condimentos. Se cocina en horno de barro o con grasa, lo que le da un sabor intenso y una textura especial. El repulgue es un sello de identidad: cada empanada lleva entre 13 y 15 repulgues, símbolo de cuidado y destreza en la preparación.

Este reconocimiento no sorprende en la provincia. Allí, la empanada no es solo un alimento, sino una parte vital de la cultura popular. En las casas, en las ferias, en las fiestas patronales y en cada esquina el aroma de empanadas recién hechas acompaña la vida cotidiana. Es también fuente de trabajo para muchas mujeres que sostienen a sus familias con esta tradición culinaria.

Además, nuestra provincia cuenta con una Capital de la Empanada: Famaillá. Allí se celebra cada año, desde hace más de cuatro décadas, la Fiesta Nacional de la Empanada; oportunidad en la que cocineras y cocineros compiten por ser reconocidos como campeones nacionales ofreciéndoles a los  visitantes las distintas versiones de este plato tan querido.

Cristina Rojas Lazarte, ganadora del título en 2008, cuenta con orgullo cómo representa a su provincia con la receta que aprendió desde pequeña. “Las tucumanas tienen algo muy especial, se identifican en todo el país. La gente las prueba y no vuelve atrás”, afirma. Cristina, oriunda de Famaillá, viaja por el país difundiendo esta preparación que aprendió de su madre y que hoy enseña a otras mujeres.

“El secreto está en el amor con que se hace y en los ingredientes frescos”, explica. Y agrega: “cuando la gente las prueba por primera vez con solo ver su expresión sabés que les gustaron”. Su testimonio refleja cómo esta tradición familiar se transformó en un símbolo cultural que trasciende generaciones.

Pero la historia de la empanada va mucho más atrás. Tiene raíces en la Edad Media, cuando los pueblos árabes introdujeron preparaciones similares en la península ibérica. Durante la conquista, los españoles trajeron esas recetas a América Latina. En Argentina, cada región fue adaptando el plato según sus costumbres, clima y producción local. Así nacieron las variantes provinciales que hoy enriquecen el mapa gastronómico nacional.

En Tucumán, esa evolución se consolidó como una marca identitaria. La receta tucumana fue perfeccionándose con el paso del tiempo, incorporando técnicas locales y modos propios de cocción. Además del horno de barro, muchas familias usan discos de arado o cocinas a leña. También es común preparar grandes cantidades para compartir en reuniones familiares o para vender en fiestas populares.

El triunfo en el ranking nacional no solo confirma el lugar central que ocupa la empanada tucumana en la gastronomía argentina. También destaca el esfuerzo diario de quienes la preparan, la venden y la enseñan como parte de una herencia viva. La cocinera Miriam Lucena, de Yerba Buena, resume este sentimiento: “No es solo comida, es historia, es familia, es trabajo digno”.

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